Un paseo improvisto por Quito, Parte 1

Por Leonardo Ignacio Martínez Sandoval

Sábado, 1 de la madrugada

El avión de regreso a México saldrá dentro de unas cuantas horas y estamos festejando los éxitos logrados en la 3ra CIIMen una fiesta en el cuarto de los chicos. Yo llegué un poco tarde, pues había estado un rato en una mesa de Texas Hold’Em en el casino y las cosas estaban pintando bien. Aquí vale la pena mencionar que para entrar al casino piden el pasaporte y dicho pasaporte lo llevaba en el gafete.

Hotel Quito

Hotel Quito

Por supuesto, a la 1 de la madrugada a uno le empieza a dar de esa hambre como «de tacos», pero claro, estando en Ecuador uno no va a caminar por ahí y encontrar de repente un puesto de tacos. Es una de las cosas que tiene salir de México, no se pueden encontrar puestos callejeros de tacos así de fácil.

Sin embargo, el estómago insiste y entonces Niño, Irving y yo nos embarcamos en la aventura de encontrar comida nocturna. Preguntamos a los que atienden la recepción del hotel y nos dicen que sí, que hay algunos lugares, pero que es altamente recomendable tomar un taxi, pues podría ser muy peligroso caminar por ahí a tan altas horas de la noche. Seguimos el consejo, salimos y pedimos el primer taxi que aparece. Le decimos que queremos comer algo y él amablemente nos dice que a una cuadra hay una hamburguesería. Nos lleva ahí. Realmente es una cuadra y por tanto no nos cobra nada.

Vale la pena decir que a dicha hora una hamburguesa doble y un hot-dog grande saben muy ricos. Dándonos cuenta que realmente estabamos muy cerca del hotel nos regresamos caminando, llegamos al cuarto y, como diría George, seguimos en el Jaja, Jeje, Jiji, Merequetengue. Platicamos acerca de cuál es el objetivo de la Olimpiada Mexicana de Matemáticas y de otras cosas. De repente, se acerca Daniel y me pone su gafete en el cuello. Leo el gafete: «Daniel Perales Anaya».

Pienso: «Vaya… No es mi gafete… Por que el mío lo tengo aquí en el pantalón… ¿Cierto?… ¿cierto?…» Me da esa sensación fría de cuando buscas el celular en las bolsas del pantalón y no lo encuentras. «Mente fría»… Ok, comienzo a buscar bolsa por bolsa del pantalón. Cuidadosamente, sin que nadie se de cuenta, comienzo a levantar almohadas, a asomarme bajo la cama, a buscar en el baño. Me asomo por los pasillos, por el elevador. Nada… Le pido ayuda a Irving para que me acompañe a ver si está el pasaporte en el camino a las hamburguesas y nada tampoco. Regresamos y Niño e Ian me ayudan a dar una segunda vuelta, a preguntar en el casino, a insistir en recepción y a investigar con taxis. Dato curioso: En Quito hay del orden de 100 «compañías» distintas de taxis, cada una con su radiofrecuencia. Corolario: Es imposible que se comuniquen entre sí para buscar un pasaporte.

Después de aproximadamente 40 minutos de búsqueda intensa la conclusión es inevitable: el pasaporte está perdido y muy probablemente me tenga que quedar en Ecuador. Me meto a investigar a la página de la embajada qué tendría que hacer. Al parecer la embajada abre hasta el lunes y las reposiciones de pasaporte sólo se pueden hacer si la embajada está abierta. Hay que levantar un acta en el ministerio, pedir que me manden una copia del acta de nacimiento, llevar mi IFE, etc… Todo un tramitote. Y se puede hacer hasta el lunes. Guevara me dice que el trámite es muy rápido. Ok, creo que eso y otras cosas las tengo que consultar por teléfono. Pero antes tengo que dormir bien.

Sábado en la mañana

Plan: llamar, desayunar, quedarse con lo mínimo indispensable. Los chicos me ayudan llevándose mi maleta de regreso a México. Mi mochila tiene: una laptop, un cargador, algunos documentos, un par de pelotas, algunos libros. Llamo a la embajada, me dan el número de emergencia, me contesta el segundo al mando del embajador. Confirmado, me tengo que quedar hasta el lunes. Su

bo al restaurante a desayunar. Me encuentro con Ricardo Vila. Platicamos un poco de la próxima CIIM, le digo que me quedaré y él me manifiesta su apoyo frente a la situación. Viendo el paisaje (hermoso) me digo a mi mismo «Vaya, qué lata. Pues habrá que aprovecharlo».

Edificio Quito

Otr a vista del Hotel Quito

Y esto creo que es una de las cosa que ayuda más a enfrentar los problemas que van saliendo. Siempre que tenemos un problema hay algúna parte de él que puede aprovecharse y convertirse en una oportunidad. Vaya, qué lata haber perdido el pasaporte, sí, y claro, en el fondo hay un error del cual hay que aprender. Pero qué feo sería quedarse sólo con la parte mala del asunto, ¿no?

Fui a levantar el acta de documento perdido mientras los demás se preparaban para partir. Intenté alcanzarlos en el aeropuerto, pero fue demasiado tarde, ya habían pasado seguridad. Aproveché para ver qué tenía que hacer para cambiar el boleto. «Martes», pensé, «lo mejor será cambiarlo para el martes por cualquier cosa». Intenté llamar a mi casa para avisar, pero no había nadie. Llamo al celular de mi mamá desde una cabina telefónica: «Su llamada se está procesando, espere. Su llamada se está procesando, espere. Su llamada se está procesando, espere… Lo sentimos, el usuario no aceptó su llamada…» Aww…

Y entonces me dió el escalofrío. Ahí es cuando me di cuenta de que estaba en un país que no era el mío. Sin una identificación oficial. Prácticamente sólo y únicamente con una mochila con cosas indispensables. Y me di cuenta también que eran las 3 de la tarde y que tenía que comer y buscar un lugar donde dormir. ¿El pasaporte? Aún seguía siendo un misterio.

Continúa leyendo en Paseo improvisto por Quito, Parte 2 >>.

1 comentario en “Un paseo improvisto por Quito, Parte 1

  1. Lizbeth

    Me encantó tu crónica.

    Y más me gustó la sutileza con la que mencionas que mi novio también perdió su pasaporte en alguna ocasión en algún país extraño. Jajaja. Muy elegante.

    Espero ansiosa la segunda parte.

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