Esta es una entrada traducida de la serie Raw Nerve de Aaron Swartz. La entrada anterior es Mírate objetivamente.
Cuando comienzas a ejercitarte, es un poco doloroso. No salvajemente doloroso, como tocar una estufa caliente, pero lo suficiente para que si tu única meta fuera evitar el dolor, definitivamente dejarías de hacerlo. Pero si continúas ejercitándote… bueno, simplemente sigue siendo más doloroso. Cuando terminas, si realmente te esforzaste, usualmente te sientes exhausto y adolorido. Y a la mañana siguiente es todavía peor.
Si eso fuera lo único que sucede, seguramente nunca lo harías. No es tan divertido estar adolorido. Pero aún así lo hacemos – pues sabamos que, a largo plazo, el dolor nos va a hacer más fuertes. La siguiente vez podremos correr más y levantar más antes de que el dolor comienze.
Y saber esto hace toda la diferencia. De hecho, comenzamos a ver el dolor como un tipo de placer – se siente bien llevarse a uno mismo al extremo, enfrentar el dolor y volverse más fuerte. ¡Siente cómo quema! Es divertido amanecer adolorido a la mañana siguiente, por que sabes que es una señal de que te estas volviendo más fuerte.
Algunas personas no se dan cuenta, pero el dolor psicológico funciona de la misma manera. Casi todas las personas tratan el dolor psicológico como la estufa caliente – si empezar a pensar acerca de algo los asusta o los estresa, dejan de pensar en ello y cambian el tema.
El problema es que los temas que son los más dolorosos son tamibén los temas que son más importantes para nosotros: son los proyectos que más queremos hacer, las relaciones que más nos importan, las decisiones que tienen las consecuencias más grandes para nuestro futuro, los riesgos más peligrosos que enfrentamos. Nos espantan por que sabemos que la apuesta es muy grande. Pero si nunca pensamos en ellos entonces nunca podremos hacer nada por ellos.
Ray Dalio escribe:
Es una ley fundamental de la naturaleza que para evolucionar uno tiene que llevarse más allá de sus límites, lo cual es doloroso, para ganar fuerza – ya sea levantando pesas, enfrentando problemas cara a cara, o en cualquier otra forma. La naturaleza nos dio el dolor como un mecanismo mensajero para avisarnos que estamos acercándonos, o bien cruzando, nuestros límites de alguna manera. Al mismo tiempo, la naturaleza hizo que el proceso de volvernos más fuertes requiera que crucemos nuestros límites. Ganar fuerza es el proceso de adaptación del cuerpo y la mente para encontrar nuestros límites, lo cual es doloroso. En otras palabras, tanto el dolor como la fuerza típicamente resultan al encontrarse con las barreras propias. Cuando encontramos dolor, estamos en una etapa importante de nuestro proceso de decisiones.Sí, es doloroso, pero el truco es hacer el cambio mental. Darse cuenta que el dolor no es algo terrible que se tiene que posponer o evitar, sino una señal de que te estas volviendo más fuerte – algo para saborear y disfrutar. Es lo que te hace mejor.
Sí, es doloroso, pero el truco es hacer el cambio mental. Darse cuenta que el dolor no es algo terrible que se tiene que posponer o evitar, sino una señal de que te estas volviendo más fuerte – algo para saborear y disfrutar. Es lo que te hace mejor.
Muy pronto, cuento empieces a darte cuenta de que algo te causa dolor psicológico, vas a emocionarte por ello, no asustarte. ¡Ah! Otra oportunidad para volverme más fuerte. Vas a buscar cosas que te espantan y enfrentarlas intencionalmente por que es una forma sencilla de obtener los grandes beneficios de la mejora personal. Dalio sugiere pensar cada una como un acertijo, dentro del cual hay una gema hermosa. Si enfrentas el dolor y resuelves el acertijo, lo abres y te quedas con la gema.
El truco es: cuando empieces a sentir que el dolor psicológico se acerca, no te cubras y te acobardes – entra en él. Entra en el dolor.
En el desarrollo ágil de software hay una frase: Si duele, hazlo más seguido.
Por ejemplo, imagina que Jane y Juan estan trabajando en un proyecto de software conjuntamente. Ambos tienen una copia del código; Jane está haciendo el mensaje de error más amigable mientras que Juan está añadiendo una nueva característica. Ambos trabajan en su tarea por días y días hasta que finalmente terminan. Ahora enfrentan un problema: tienen que combinar sus cambios.
Tal vez has tenido este problema. Ya sea con código o con documentos de texto: mandas un esbozo de un reporte a dos amigos, ambos sugieren cambios distintos y luego tienes que combinar todos los cambios en el documento original. Es increíblemente latoso – y hacerlo en programación es mucho peor. Entonces, la gente lo posterga. Jane piensa «sabes, creo que primero voy a hacer más amigable el mensaje de gracias antes de combinar» y Juan piensa «sabes, déjame poner una característica más antes de combinar».
Siguen postergando combinar y cada vez la tarea se hace más grande y más dolorosa. Pero tienen que hacerlo eventualmente. Para ese momento, combinar es algo tan grande que lleva días y días de doloroso trabajo sólo para juntar el código que ya está listo. Es un proceso árduo y doloroso – lo cual causa que Jane y Juan quieran postergarlo todavía más para la próxima ocasión.
El proceso ágil es hacer lo opuesto: combinar duele, entonces hay que hacerlo más seguido. En vez de combinar cada quincena, o cada par de meses, vamos a combinar diario, o cada algunas horas. Aunque Jane y Juan no estén cerca de terminar su trabajo, pueden checar qué llevan hasta el momento (tal vez desactivando cierto código hasta que terminen) de modo que no tengan el infierno de combinar más tarde. Estas combinaciones pequeñas suelen evitar todo dolor, son tan fáciles que ni te das cuenta que las haces.
El mismo principio aparece en todo el proceso de desarrollo de software: de probar a lanzarlo, la inclinación natural es postergar las cosas dolorosas, cuando hacerlas frecuentemente es mucho más fácil.
Y no creo que esté limitado al software. Creo que el mismo proceso funciona si, por alguna extraña razón tuvieras que tocar una estufa caliente por una hora. Procrastinar y dejarlo hasta que no tengas otra opción más que poner la mano durante toda una hora seguida acabaría siendo muy doloroso. Pero si lo hicieras poco a poco, nada más pequeños toques con tu dedo que eventualmente sumen una hora, no sería tan malo. Otra vez, el truco es no huir del dolor.
De todos los trucos de auto-ayuda que he aprendido, este ha sido por mucho el más sorprendente – y por mucho el de más impacto. Pasaba toda mi vida atado a mis talentos. Sabía que tenía fortalezas y debilidades y parecía obvio que debía encontrar un trabajo que cuadrara con mis fortalezas. Parecía ridículo tomar un trabajo que mostrara mis debilidades.
Claro, había algunas cositas, por ahí, en las cuales deseaba ser mejor, pero se veían muy lejanas. Mientras tanto, había muchas cosas aquí en las cuales era bueno. ¿Por qué no simplemente seguir haciéndolas? Claro, me di cuenta que intelectualmente podía volverme mejor en otras cosas, pero difícilmente se veía que valiera la pena tratar.
Aprendí a no esconderme de las verdades duras, así que literalmente tuve esta conversación conmigo mismo: «Sí, lo se: si me volviera mejor vendiendo cosas a las personas [o lo que sea], estaría mucho mejor. Pero mira qué doloroso pienso que es vender: ¡nada más pensar en eso hace que huya y me esconda! Claro, sería fantástico si lo pudiera hacer pero, ¿realmente vale la pena tanto dolor?»
Ahora me doy cuenta que es un argumento ficticio: no es que el dolor sea tan malo que me haga huir, es la importancia del tema que desata una reacción de pelea o huída dentro de mi cerebro reptil. Si en vez de pensar en eso como un tema de miedo para evitar, pienso en ello como una oportunidad emocionante para volverse mejor, entonces ya no es cuestión de costo-beneficio: ambos lados son un beneficio – obtengo los beneficios de ser mejor vendiendo y la diversión de volverse mejor en algo.
Has esto suficientes veces y todo tu panorama de la vida empieza a cambiar. Ya no es un mundo de miedo, probándote, sino uno emocionante, lleno de aventuras emocionantes por perseguir.
Atacar algo grande como esto es terrorífico; es muchísimo para empezar. Siempre es mejor empezar por algo pequeño. ¿Qué es algo que has evitado pensar? Puede ser cualquier cosa – una relación difícil, un problema en el trabajo, algo en tu lista por hacer que has estado evitando. Traelo a tu mente – aunque traiga dolor – y déjalo que esté ahí un ratito. Reconoce que pensar acerca de eso es doloroso y siéntete bien de poder hacerlo de todas formas. Siente cómo se hace menos doloroso conforme te vas forzando a seguir pensando en ello. ¡Mira, te estas volviendo más fuerte!
Ok, descansa. Pero cuando estés listo, vuelve a esto y comienza a pensar en cosas concretas que puedes hacer al respecto. ¿Ves cómo no es tan terrible como parece? ¿Ves qué tan bien se siente realmente hacer algo acerca de eso?
La siguiente vez que comiences a tener esa sensación de dolor dentro de tu cabeza que te diga que evites un tema – ignórala. Entra en el dolor. Vas a agradecer haberlo hecho.
La siguiente entrada en la serie es Confronta la realidad.