Esta es una entrada traducida de la serie Raw Nerve de Aaron Swartz. La entrada anterior es Confronta la realidad.
Esta es una historia de dos organizaciones sin fines de lucro.
En una, odian cometer errores. ¿Cómo podría ser de otra forma? «Nunca vamos a disfrutar regarla», me dijeron. Pero esta actitud tiene muchas consecuencias. Todo lo que hacen tiene que pasar por varias capas de aprobación para asegurarse que no sea un error. Y cuando alguien la riega, intentan ocultarlo.
Parece ser natural – sabes que te vas a meter en problemas por regarla, entonces intentas arreglarlo antes de que alguien lo note. Y si no puedes hacerlo, entonces tu jefe, o el jefe de tu jefe lo intenta. Y si nadie en la organización lo puede arreglar, y llega hasta el director ejecutivo, entonces él intenta ocultarlo de la prensa o reformularlo apropiadamente, de modo que el mundo nunca descubra que se cometió un error.
En la otra organización, tienen una actitud muy distinta. Te das cuenta desde que visitas su página de internet. Justo en la barra de navegación, en la parte de arriba de cada página, hay un enlace nombrado «Errores». Al hacerle click puedes encontrar una lista de todas las cosas en las que se han equivocado, empezando con la más embarazosa (una vez promovieron su grupo con nombres falsos).
Más abajo, continúa discutiendo otros errores, grandes y pequeños, funamentales y perimetrales. Han usado teléfonos baratos que se cortaban a mitad de la llamada y molestaban a la gente. Fueron insuficientemente escépticos en algunas de las afirmaciones más importantes que hicieron. Algunas veces, sus confesiones tenían el tono de un adolescente obligado a escribir una disculpa, pero todas juntas ofrecen un registro notable de todos los errores, tanto cruciales como mundanos, que puedes hacer razonablemente al empezar algo nuevo.
No se trata de que a este grupo le guste cometer errores – puedes sentir su molestia y pena al leer la página – pero no se esconden de ellos tampoco. Identifican su error, lo admiten públicamente y formulan pasos para evitarlo en las siguientes ocasiones. Los usan como una oportunidad para volverse mejores.
Escribí antes de los estudios de Carol Dweck acerca de los niños exitosos y no exitosos, pero hay un fragmento que realmente me llamó la atención. Dado un acertijo realmente difícil, un chico con mentalidad de crecimiento simplemente sonríe y dice: «Los errores son nuestros amigos».
Los errores son nuestros amigos. Pueden ser un amigo desesperante en algunas ocasiones, el tipo de amigos cuyas actitudes apenan y molestan, pero su corazón está en el lugar adecuado: quieren ayudar. Es una mala idea ignorar a nuestros amigos.
Esa es una actitud díficil para tomar con respecto a los errores – son tan penosos, que nuestro instinto natural es querer esconderlos y cubrirlos. Pero esa es la forma incorrecta de pensar acedrca de ellos. De hecho nos están dando un regalo por que estan apuntando el camino hacia convertirnos en alguien mejor.
Si tratamos ignorarlos, van a seguir molestándonos. Vamos a caer en ellos una y otra vez bajo diferentes disfraces. Vas a decir: «No seas bobo, eso no fue un error – yo quería hacer eso». Y entonces vas a volver a hacerlo con gusto (disonancia cognitiva de nuevo). O bien, vas a decir «Sí, sí, por supuesto que fue un error – no sucederá nuevamente. Pero si te apresuras en abandonarlo, no vas a cambiar nada, y por tanto también vuelve a suceder.
El truco es enfrentar el error, ir a la raiz de lo que salió mal, y pensar en cómo puedes cambiarlo para que no vuelva a suceder. Usualmente nada más prometerte que no lo volverás a hacer no es suficiente: necesitas encontrar las causas de fondo y enfrentarte a estas.
Sakichi Toyota, el fundador de la compañía de coches Toyota, desarrolló una técnica llamada «Cinco Porques» para enfrentar esto. Por ejemplo, algunas veces un carro salía de la línea de producción y no encendía. ¿Por qué? Bueno, imaginemos que fue por que la banda estaba floja. Casi todas las compañías de coches se detendrían ahí y simplemente arreglarían la banda. Pero Toyota entendía que eso era evadir el error – volvería a pasar una y otra vez. Así que insistía en que se siguiera preguntando «¿Por qué?».
¿Por qué la banda estaba floja? Por que no se puso correctamente. ¿Por qué? Por que la persona que la puso no checó dos veces para ver que quedara justa. ¿Por qué? Por que tenía mucha prisa. ¿Por qué? Por que tuvo que caminar desde el otro lado de la línea de produccion para obtener las bandas y cuando regresó no le dio tiempo de verificar.
¡Ajá! Ahí, en el quinto porque, encontramos la verdadera causa del error. Y la solución es sencilla: mueve la caja de bandas más cerca. Pero si nos detuvieramos en cualquier punto anterior (digamos, reclamándole a gritos al cuate de las bandas que tiene que verificar), entonces no habríamos resuelto el problema. El mismo error pudo haber pasado una y otra vez. Sólo tras haber buscado a fondo nos dimos cuenta que teníamos que mover la caja de bandas. El error apuntó en la dirección de la solución.
La última vez que escribí acerca de las dos organizaciones sin fines de lucro, alguien comentó que estaban «totalmente con nausa» por mi entrada. «La página de internet no es el lugar para mostrar humildad y argumentar contra tus propias conclusiones. Todo lo que eso mostraría es inocencia e incompetencia», insistieron. Y tal vez estén en lo correcto: tal vez tener una página en la parte de arriba de tu sitio va muy lejos.
Ya escribí previamente por qué estoy en desacuerdo, pero incluso si tienen razón en que no tienes que andar contándole al mundo tus errores, al menos tienes que decírtelo a ti mismo. Es demasiado fácil olvidarte convenientemente de las cosas en las que la has regado. Y entonces aunque suceda una y otra vez nunca te darás cuenta del patrón.
Al forzarte a escribirlo, al llevar un registro de los problemas en los que te has metido, empiezas a ver esos patrones. Empiezas a ver las cosas en las que te vuelves mejor y en las que continuas tropezándote. Y con eso, sabrás en qué trabajar para la próxima ocasión.
La siguiente y última entrada en la serie es Arregla la máquina, no la persona.