Un paseo improvisto por Quito, Parte Final

Por Leonardo Ignacio Martínez Sandoval

Esta es la última parte de mi aventura por Quito. Puedes leer las primeras dos partes en Un paseo inesperado por Quito, Parte 1 y Un paseo inesperado por Quito, Parte 2.

Lunes por la mañana

Ya con pasaporte en mano y súper bien guardado solamente quedaba disfrutar de Quito turísticamente.

Vista Teleferico

Vista Teleferico

Lo primero que hice fue preguntar cómo llegar al teleférico de Quito. Me bañé y me rasuré. El agua caliente del lavabo tenía truco. Tomé un taxi que tardó un poco en llegar. Al parecer se sube un buen tramo desde la ciudad hasta el inicio del teleférico.

El teleférico de Quito es el segundo más alto del mundo. El primero, al parecer, es el Teleférico de Mérida en Venezuela. Es uno de los atractivos turísticos principales de Ecuador. A la base del teleférico hay un parque de diversiones y algunas tiendas (por ahora desiertas).

Paisaje Quito

Paisaje hasta arriba

Es increíble hacer turismo en lunes. En lunes casi no hay nada de gente y eso significa nada de filas. Llegué a la taquilla, fui el primero y me compré mi boleto para subir. Me subí yo solo en una de las cabinas y comenzé mi ascenso de 8 minutos. Pueden ver el resultado de algunas de las fotos que tomé desde la cabina. Subí, subí y subí por un buen rato, hasta llegar a los 4050 metros de altura a los que se llega. Por cierto, descubrí que es verdad eso de que a una gran altura es más cansado caminar.

Ya estando arriba me comí un par de empanadas y tomé muchas fotos. Me puse a contemplar el paisaje. También estuve caminando por los senderos que están a la cima del teleférico. La verdad la ciudad y el horizonte se ven muy padre desde allá arriba, y por fin pude comprender bien bien la geografía de la ciudad. Vi el Monte del Panecillo, donde está, no me lo van a creer, la Virgen del Panecillo. Vi Quito Viejo y Quito Nuevo. Vi

Leo con Quito Detrás

Quito y yo

también todos los volcanes y monañas que rodean a la ciudad y otros cuantos accidentes geográficos más que gustan de esconderse en el horizonte. Todo un deleite visual.

Estuve como hasta la 1 allá arriba y luego decidí bajar. Tomé el teleférico hacia abajo y luego un transporte colectivo. El nuevo destino era conocer el centro de la ciudad.

Lunes por la tarde

Edificio Colonial

Edificio Colonial en el Centro de Quito

El trasporte colectivo (algo así como una combi, pero con los asientos hacia el frente) me dejó en el mero centro de la ciudad. Comenzé a caminar por las calles. El centro de Quito es más o menos como Guanajuato en varios sentidos. Uno es la apariencia colonial. Otro es la inclinación de las calles.

Sin embargo, como todo buen centro de una gran ciudad, tiene una gran variedad de tiendas: ropa, electrónicos, focos, lámparas, dulces, panaderías, bolsas, frutas, farmacias, música e instrumentos músicales, librerías, etc. Toda una colección de tiendas. También, como todo buen centro, tenía al Palacio de Gobierno, la catedral y otras iglesias más.

Cerca de las 4 de la tarde me dio hambre y comencé a buscar un restaurant.

La catedral de Quito

La Catedral de Quito

Había algunos buenos candidatos frente al Palacio de Gobierno. Sin embargo, seguí buscando y no saben qué suerte tuve cuando me encontré con el Restaurant Vista Hermosa. Al principio no sabía muy bien si me convencía entrar ahí, pero pues fui a ver qué había. Al entrar no había nadie atendiendo, sólo un elevador. El elevador bajó, y el hombre del elevador me dijo que subiera a conocer. ¡Era un Restaurant mirador!

¡Uff! Vista panorámica del centro de la ciudad, comida típica ecuatoriana, música tipo bolero y vino tinto. ¡Qué excelente combinación! Disfruté mi comida con mucha calma. Leí un par de artículos del Eureka!.

Vino y Eureka

Vino y Eureka en Mirador Vista Hermosa

Terminé de comer justo a tiempo, pues se soltó un aguacerazo. Recorrí las calles del centro intentando regresar al hostal y salvarme un poco de la lluvia. Al principio esperé un camión, pero no había nada que marcara Av. Amazonas, así que me aventure a caminar bajo la lluvia para encontrar un camión que me regresara al hotel. Tras mojarme un poco, de repente se apareció una estación de la Ecovía (la cosa tipo metrobus). ¡Ya la hize!, pensé.

Tomé la Ecovía hasta la estación Baca Ortiz y regresé al hostal. Estaba empapado. Pero claramente aquí no podía terminar el día.

Lunes por la noche

Cine

Cine

Me cambié en el hostal. Dejé los tenis secando un rato. Aquí debemos recordar que traía únicamente lo indispensable, y al parecer no había pensado que un cambio de calcetines sería indispensable. Me dieron unas ganas enormes de ir al cine y esa fue mi siguiente parada. Caminé hasta Av. Amazonas, tomé un camión y me encaminé hacia el Centro Comercial Iñaquito. La idea era ver una película ahí, pero no quedaban los horarios. Afortunadamente pude pasar a una tienda para comprar un par de calcetines. Un dolar con veinte centavos el par.

Había otro cine cerca, en Plaza de las Américas. Caminé y caminé hasta ahí. Fui al cine y vi Amigos con Beneficios. Me gustó mucho la película.

Azuca Beach

El menú de Azuca Beach

Para cerrar con broche de oro el lunes, regresé a la zona de Foch-Mariscal y cené ceviche en la terraza de un restaurant que se llama Azuca Beach. Lo acompañé con una chela mientras veía pasar a la gente por la plaza. Era mi cena de despedida de Quito.

Martes por la mañana

El martes por la mañana fue un día de hacer las últimas cosas en Quito. El avión salía a las 2:00 pm, así que aún tenía un tiempo para pasear.

Regresé de nuevo al mercado de artesanías. Compré un juego de dominó para llevar de recuerdo. Compré también algunos recuerdos extra, como llaveros. Caminé un poco más por Reina Victoria y conocí el parque del Arbolito.

Al regresar por otro lado me topé la Escuela Católica de Ecuador, en la cual estaban teniendo un congreso latinoamericano de informática. Me metí para conocer el campus de la Universidad y ver si había alguna plática que me interesara. Me quedé a escuchar dos, según recuerdo una era de cómo filtrar inteligentemente el spam en los SMS y otra era de cómo protegerse de alguna amenaza de seguridad.

El tiempo ya estaba un poco apretado, así que era hora de partir. Me dirigí al hotel y tomé un camión en Vía Amazona. Es increíble que me hubiera topado con esta calle tan importante desde el comienzo de mi aventura, pues sobre esta misma calle pasaban los camiones hacia el aeropuerto.

Monumento raro

Monumento Raro

Martes por la tarde

Al igual que el turismo, los viajes en avión son mucho más tranquilos de hacer entre semana. Llegué y fui el primero en el mostrador. Pasé aduanas y me subí al avión. Por fin rumbo a casa. El trayecto fue tranquilo.

Al llegar a México presenté mi pasaporte. Me alegró inmensamente que ese, justo ese pasaporte estuvieran sellando en ese momento. No tuve que recoger maleta ni nada, pues lo único que traía era mi mochila. Al pasar aduana el hombre leyó mi hoja de entrada a México: «¿Diez días y sólo una mochila?», «Sí», le dije. Pero en el fondo, sonreí.

Conclusión

Tras toda esta aventura, concluí que perder el pasaporte no es tan grave como pensaba. No es algo que haría intencionalmente, pero al menos me di cuenta que sí es algo que pude disfrutar. De hecho, esta experiencia me enseñó que un problema se puede disfrutar muy bien y se pueden aprovechar muchas cosas de este tipo de experiencias.

¿Qué tal ustedes? ¿Tienen alguna experiencia parecida que les gustaría compartir?

 

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