Hoy entra Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. He estado pensando en este evento. Me gustaría ofrecer algunas palabras al respecto.
Con lo que me gustaría empezar, es con decir que la presidencia de AMLO y su toma de decisiones no va a estar pensada en ti, quien formas parte de mi círculo social. La mayoría de mi círculo social es talentoso y está saliendo adelante en la vida. Nuestras familias han luchado, pero ello no quita que la gran mayoría de nosotros empezamos desde un punto cómodo. La presidencia de AMLO está enfocada principalmente en el más de 50% de personas en México que no vemos, que batallan por llevar alimento a sus casas y que optan por tomar caminos extremos. Ese es el discurso de campaña y no nos tiene que sorprender. Van a ser seis años en los que las decisiones de gobierno no será obvio cómo cuadran con nuestro contexto de clase media para arriba. Personalmente lo veo bien, y cuadra con mi filosofía de vida. El discurso de «esforzarse para salir adelante» sólo tiene sentido si a todos se les ofrecen las mismas oportunidades.
El siguiente punto que quiero mencionar es que esta predilección de toma de decisiones no va a desatar ningún malestar irreparable en este círculo social. Me angustia y me apena el alarmismo con el que algunos pocos de mis contactos advierten de un apocalipsis económico-social. Lo digo con todas sus letras: esto no va a ser así. AMLO y su equipo seguro tendrán errores, pero no vienen con radicalizmos idiotas. Los cambios que quieren meter los meterán desde las figuras legales correspondientes y sin abuso de poder. Las cámaras ya están presentando iniciativas anti-corrupción, de abolición de fuero, de reducción de salarios a altos funcionarios, etc. Algunas pasarán, algunas se atorarán, pero todas estas son históricas. Están regresando el poder a la gente. Mucho, mucho más de lo que se puede decir de gobiernos anteriores quienes se aferraban a sus cargos, prestaciones y beneficios políticos.
Lo tercero es que esta transición de poder hacia la ciudadanía va a venir con gran responsabilidad tanto para el gobierno como para la gente. Esto lo vimos en recientes días con la realización de las encuestas. Algunos en el FB criticaban el «preguntar a la gente cosas de las que no saben». La crítica me parece totalmente desubicada. El problema no es pedir la opinión de la gente, sino, precisamente, la falta de conocimiento causada por el mismo gobierno prefiriendo tener una sociedad entretenida que informada. Y no, no estoy cegado de los errores logísticos que tuvieron estas encuestas. De hecho critico la forma en la que se realizaron, pero admiro el fondo que tienen. Habrá que seguir practicando informar y consultar a la ciudadanía para que cada vez nos salga mejor y mejor.
Finalmente, me gustaría reiterar las palabras con las que empecé el año. La política es, por naturaleza, polarizante. Pero no por ello nos tenemos que dejar llevar por esta inercia. La política es también una oportunidad sensacional para continuar aprendiendo. En vez de hablar hacia el mundo desde el bando de los chairos, o desde el bando de los fifís, sería genial que discutiéramos desde el bando de los físicos, de los economistas, de los desempleados, de los artistas, de los matemáticos, etc. No como una competencia, sino como una colaboración. En vez de mencionar «lo horrible o fantástica que es una decisión», puedes compartir mucho más si explicas la teoría teológica, ecológica, social o experiencia personal desde la que basas tu opinión. Así aprendemos más y aprendemos a ver el mundo desde distintos ojos.
Si algo se ganó indudablemente en estas elecciones, fue por lo menos esperanza. No la tiremos a la basura. ¿Qué tal que la guardamos en la mesita de noche y la vamos dosificando durante el sexenio para que sigamos confiando en que podemos hacer las cosas mejor para todos?