Mírate objetivamente

Por Leonardo Ignacio Martínez Sandoval

Esta es una entrada traducida de la serie Raw Nerve de Aaron Swartz. La entrada anterior es Cree en que puedes cambiar.

En los 1840’s, los hospitales eran un lugar peligroso. Las madres que daban a luz usualmente no salían adelante. Por ejemplo, en la Primer Clínica Obstetricia del Hospital General de Viena, el 10% de las madres morían de fiebre puerperal tras el parto. Pero había buenas noticias: en la Segunda Clínica este número era sólo del 4%. Las madres en espera se dieron cuenta de esto – algunas se arrodillaban y rogaban por ser admitidas en la Segunda Clínica. Otras, escuchando que las pacientes nuevas sólo serían admitidas en la Primer Clínica ese día, dedicían mejor dar a luz en las calles.

Ignaz Semmelweis, un asistente en la Primer Clínica, no pudo soportarlo. Comenzó a buscar desesperadamente por algún tipo de explicación para la diferencia. Probó varias cosas sin éxito. Luego, en 1847 un amigo de Semmelweis, Jakob Kolletschka, estaba haciendo una autopsia cuando un estudiante accidentalmente lo cortó con un bisturí. Fue una herída menor, pero Kolletschka se enfermó terriblemente y al final murió, con síntomas muy parecidos a los que tenían las madres. Entonces Semmelweis comenzó a preguntarse: ¿había algún tipo de «material letal» en los cuerpos que fuera responsable por las muertes?

Para investigar esto, insistió en que los doctores comenzaran a lavarse las manos con cal clorada (que ayudaba a quitar el olor a muerte) antes de atender a las mujeres embarazadas. Los resultados fueron impactantes. En abril de 1847, la tasa de mortalidad fue de 18.3%. Semmelweis instituyó el lavado de manos a mediados de mayo y en junio la tasa de mortalidad se había derrumbado a 2.2%. El siguiente mes fue aún menor y más tarde en ese año llegó a cero – por primera vez.

Podrías pensar que los doctores se sintieron entusiasmados por este increíble descubrimiendo. En vez de esto, Semmelweis fue ridiculizado y atacado. Lo despidieron del hospital y lo exiliaron de Viena. «En las publicaciones médicas mis enseñanzas se ignoran o se atacan», reclamaba. «La facultad médica de Wurzburg premió una monografía escrita en 1859 en donde mis enseñanzas eran rechazadas». Incluso en su natal Viena, cientos de madres siguieron muriendo cada año.

Semmelweis recurrió al alcohol y su conducta se volvió cada vez más errática. En 1865 lo metieron en una institución mental. Ahí fue golpeado por los guardias, se le puso una camisa de fuerza y lo encerraron en un cuarto oscuro. Murió poco después, a los 47 años, por una herida infectada.

¿Por qué los doctores rechazaron a Ignaz Semmelweis tan tajantemente? Bueno, imagina que te dijeran que eres responsable por la muerte de cientos de tus pacientes. Que has estado matando gente que se supone que deberías proteger. Que eres tan malo en tu trabajo que de hecho eres peor que dar a luz en la calle.

Sabemos que a la gente no le gusta escuchar malas noticias de sí mismos. En vez de esto, preferimos hacer lo posible por evitarlo – y cuando tenemos que enfrentarlo le bajamos la importancia o lo queremos explicar. Los psicólogos de disonancia cognitiva lo han probado en docenas de experimentos: Forza a los estudiantes a tener una iniciación penosa para tomar una clase y van a insistir que la clase es mucho más interesante. Hazlos hacerle un favor a alguien que odian y van a empezar a insistir en que en realidad sí les cae bien. Hazlos tener un pequeño error ético y van a sentirse cómodos haciendo más y más grandes. En vez de simplemente aceptar que hicimos un error y que no debimos haber hecho un error ético o pasar por la pena para iniciar la clase, empezamos a decirnos que esto no fue tan malo – y cuando el siguiente compromiso viene, nos creemos las mentiras que nos dijimos y vamos por el siguiente error. Odiamos escuchar malas noticias de nosotros mismos tanto que preferimos cambiar nuestro comportamiento en vez de simplemente admitir que la regamos.

No se siente muy bien cuando nuestros amigos nos hacen notar lo que hicimos mal. Si tenemos tanto miedo de nosotros mismos para admitir un error, imagina cuánto odiamos oirlo de alguien más. Y nuestros amigos lo saben: la pregunta a «¿Este vestido me hace ver gorda?» no se supone que sea «sí». Podemos bromear de nuestros amigos detrás de su espalda, pero raramente lo hacemos en su cara. Incluso en el trabajo, un montón de esfuerzo se va a asegurarse que los empleados queden protegidos de los pensamientos más negativos de su superior. Por eso siempre se enseña: haz cinco cumplidos por cada crítica, haz un sandwich de la retroalimentación negativa entre dos retroalimentaciones positivas, lo más importante es mantener la autoestima de alguien. Pero como lo muestra Semmelweis, esto es un hábito peligroso. Claro, es terrible escuchar que estás matando gente – ¡pero es mucho peor seguir matando gente! Puede que no sea divertido que te digan que eres flojo, pero es mejor oirlo ahora que descubrirlo cuando te despidan. Si quieres trabajar en ser mejor, necesitas empezar sabiendo en dónde estas.

Semmelweis fue derrotado tanto como un hombre puede ser derrotado. Pero nada de lo que hicieran los otros doctores cambiaría los hechos. Eventualmente los científicos probaron la teoría de enfermedades por gérmenes y Semmelweis fue reivindicado. Hoy él es un héroe internacional: las universidades y los hospitales llevan su nombre, su casa se convirtió en museo, Austria incluso puso su cara un una moneda de oro de 50 euros. Mientras tanto, los doctores que lo opusieron ahora se consideran asesinos de mente cerrada.

No importa como lo intentes, no puedes vencer la realidad. Semmelweis estaba en lo correcto: los doctores estaban matando gente. Despedirlo, exiliarlo, escribir libros para atacar sus afrimaciones – nada de eso cambiaría el espantoso acto. Los doctores pudieron pensar que estaban ganando el debate, pero a largo plazo eran los perdedores. Y así también lo fueron los familiares que perdieron un ser querido por que los doctores no aceptaron su error.

Pero imagina que lo hubieran hecho. Cuando la gente te ataca, parece ser que conceder la victoria parece la peor cosa que se puede hacer. Si ni tú mismo puedes defenderte, ¿cómo puede ser que alguien más crea en ti? Admitir tus errores hace parecer como que te rindes; prueba que tus oponentes estaban bien todo el tiempo. ¿Pero realmente es tan malo?

Cuando Oprah empezó a defender al fabulista James Frey, fue atacadísima por la prensa. Entonces, invitó a sus críticos a su show y se perdonó diciendo «Tenían razón, yo estaba mal». Eso no destruyó su reputación; la rescató. Cuando la nave espacial Columbia explotó, el director de lanzamiento Wayne Hale se hizo responsable totalmente: «A final de cuentas, yo no entendí lo que se me decía… Yo soy el culpable de que el Columbia callera». Fue promovido. Cuando John F. Kennedy admitió que la responsabilidad por el escándalo de Bay of Pigs era «suya, y sólo suya» sus números en las encuestas crecieron.

Imagina lo mismo en tu propia vida. Si tu jefe empezara a tomar la responsabilidad por los problemas de la organización en vez de culpar a otros, ¿no te caería mejor? Si tu doctor te dijera honestamente que la regó en un procedimiento en vez de cubrir el error, ¿no preferirías eso? Si un político aceptara públicamente que sus propuestas fallaron, ¿no confiarías más en él?

En momentos de gran estrés emocional, regresamos a nuestros peores hábitos: nos acorazamos y peleamos más duro. El truco no es volverse mejores peleando – es volverse mejores en detenernos: tomar un gran respiro, calmarse y dejar que nuestra mejor naturaleza combata nuestros peores instintos.

Aunque vernos objetivamente es la mejor opción, todos nuestros instintos naturales apuntan en la otra dirección. No sólo intentamos fuertemente evitar malas noticias personales, sino que solemos exagerar las buenas noticias. Imagina que tanto tú como Jane pueden ocupar un mejor puesto. Tú  quieres mucho ese puesto, así que te quedas hasta tarde, trabajas en fines de semana. Claro, hay algunos detallitos que se te pasan – ¡pero incluso esos errores tienen buenas razones! Jane nunca hace cosas de ese estilo.

Pero si lo hiciera – ¿Te darías cuenta? Vemos el mundo desde nuestra propia perspectiva. Cuando tenemos que cancelar salir con nuetros amigos para trabajar horas extra, siempre vemos eso – y sentimos el sacrificio. Pero cuando Jane lo hace, lo vemos y no sentimos nada. Sólo ves tu propia perspectiva. Incluso nuestros errores tienen sentido desde nuestra perspectiva – vemos todo el contexto, todo lo que llevó a ello. Tiene sentido por que vimos cómo ocurrió. Cuando fallamos, es por una razón. Cuando otras personas fallan, es por que son un fracaso.

Vernos a nosotros mismos objetivamente no es tan sencillo. Pero es esencial si queremos ser mejores. Y si no lo hacemos, nos qudamos desprotegidos frente a estafadores y comprometedores éticos que cazan gente gracias a nuestro deseo de creer que somos perfectos. Aunque no haya una solución que sirva siempre, hay algunos trucos que uso para obtener una medida más precisa de mí mismo.

Acepta tus fracasos Disponte a creer lo peor de ti. Recuerda: es mucho mejor aceptar que eres egoista e idiota e intentar mejorar que continuar caminando sonámbulo por la vida como si fueras el único que no lo supiera.

Evita los eufemismos La gente intenta cubrir con azúcar los hechos duros acerca de ellos mismos intentando ponerlos bajo la mejor luz posible. Dicen «Bueno, hoy lo iba a hacer, pero luego hubo una gran noticia» y no «Sí, lo estaba postergando y comencé a leer las noticias». Enunciar las cosas directamente hace que enfrentar la realidad sea más fácil.

Voltea tus proyecciones Cada vez que te veas reclamando acerca de otros grupos o personas, detente y piensa «¿será posible, hay alguna forma en la cual, alguien más esté teniendo las mismas quejas acerca de mi?

Mira hacia arriba, y no hacia abajo Siempre es fácil hacerte quedar bien encontrando a gente que es peor que tú. Sí, estamos de acuerdo, no eres la peor persona del mundo. Esa no es la pregunta. La pregunta es si puedes ser mejor – y para hacer esto tienes que ver hacia arriba, hacia los que son mejores que tú.

Critícate La principal razón por la cual la gente no te dice lo que realmente piensa es que tienen miedo de tu reacción (si están en lo correcto, entonces tienes que empezar a trabajar en eso). Pero la gente se siente más cómoda diciéndote la verdad si empiezas por criticarte a ti mismo, y mostrarles que eso está bien.

Encuentra amigos honestos Hay algunas personas que son honestas inmediatamente. Con otras, es posible construir una relación de honestidad a través del tiempo. De cualquier forma, es importante encontrar amigos en quienes puedas confiar que te digan las verdades duras de tí. Algunas personas han tenido éxito dándoles un cuestionario anónimo a sus amigos para que manden sus reacciones.

Escucha las críticas Ya que es tan raro tener amigos que te critican honestamente, tienes que escuchar muy cuidadosamente cuando lo hacen. Es tentador verificar lo que dicen con tus otros amigos. Por ejemplo, si un amigo dice que el cuento corto que escribiste no es tan bueno, puedes querer mostrárselo a otros amigos y preguntarles qué piensan. ¡Wow! Todos piensan que es fabuloso. Seguro el primer amigo era nada más un caso raro. Pero el hecho es que casi todos tus amigos van a decir que es fabuloso por que son tus amigos; al creerles sin más, acabas ignorando a la única persona que realmente fue honesta contigo.

Toma el punto de vista opuesto Como lo dije antes, siempre estamos encerrados en nuestras propias mentes, donde todo lo que hacemos tiene sentido. Así que intenta ver cómo te ves desde afuera por un rato, suponiendo que no supieras todos esos detalles. Claro, tu enorme plan de negocios suena como una gran idea cuando lo explicas, pero si quitas eso, ¿hay alguna evidencia de que podría funcionar?

La siguiente entrada en la serie es Entra en el dolor

1 comentario en “Mírate objetivamente

  1. Alfredo Lozano

    Lo estuve leyendo y vaya que tengo muchas opiniones al respecto, la primera es que lo que le pasa a Semmelweis es algo muy común en la ciencia, en la filosofía y en el arte, y una razón de ello es que estamos muy lejos de que realmente nos importe la opinión de una persona, excepto de las personas que no tienen opinión, estamos al acecho de hechos irrelevantes. La segunda es que es muy cierto, tú eres tú peor enemigo, cuando no trabajas tus defectos, o los cubres, mintiendo, y mintiéndote, ¿Ser objetivos? ¡Vaya dificultad! Pero al final nada mejor que aceptar tus errores y desde ahí construir…

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