Cuento corto: Map-man

Por Leonardo Ignacio Martínez Sandoval

Sentado bajo el viejo sauce retorcido donde descubrió sus poderes, Map-man miró una vez más la minúscula cantidad de ceros que tenía el cheque expedido por la Súper Escuadra Heróica. Recordó con forzada nostalgia la breve docena de años en que su visión hyperterrenal le permitía realizar hazañas consideradas como espectaculares como cerrar los párpados para describir la geografía precisa de sus alrededores y trazar caminos óptimos entre dos puntos lejanos con la facilidad con la que un universitario resuelve un laberinto para niños.

Las cosas no habían salido como pensaba. Ser Map-man parecía tener un perfil de bajo riesgo. A diferencia de los héroes al frente de la línea de batalla, él era partícipe principalmente de las reuniones de táctica y estrategia. Tras hacer sus cuentas a lápiz y calculadora, había concluido que podía permanecer activo como hasta los sesenta o sesenta y cinco, después de lo cual la Súper Escuadra Heróica le otorgaría una pensión nada despreciable. Pero tras el recorte efectuado en la institución debído a una serie de legislaciones vendidas por políticos como una prometedora reforma tecnológica, las entidades como la Súper Escuadra Heróica no sólo tenían permiso, sino incluso jugosos estímulos fiscales para substituir a sus empleados por algoritmos, computadoras y toscos robots humanoides que aunque fueran más feos, eran más eficienes.

A falta de desarrollo de habilidades de liderazo (pues ese era el papel de Smart-man), de una fisionomía sorprendente (como la de Big-man) o de llamativos poderes de colores (como los de Flame-boy o Spark-girl), Map-man se encontró en una precaria situación laboral. Había pocos empleos que coincidieran con su particular capacidad. Sólo pudo circular de rojo con su desgastado crayón bicolor dos ofertas de empleo en el periódico ahora arrugado por frustración junto al sauce.

«SUPÉRATE DE UNA VEZ. ESTAMOS CONTRATANDO CONDUCTORES DE CAMION EFICIENTES. ENTREGAS EN MÚLTIPLES CIUDADES DEL PAÍS. LLÁMANOS.»

«SE BUSCA. PERSONAL DE AMBOS SEXOS. QUE CONOZCA BIEN LA CIUDAD. MOTO PROPIA PARA ENTREGAS A DOMICILIO. DISPUESTO A TOMAR RESPONSABILIDAD POR ENTREGAS TARDÍAS. CUATRO SALARIOS MÍNIMOS Y PRESTACIONES DE LEY»

Map-man tomó un amplio suspiro y llamó al primer aviso. Le ofrecían conducir camiones para entregas de modernas partes robóticas de Compu-corp. Lo recchazó sin dudarlo un segundo, pues desde su despido se había logrado convencer de que sus principios descartaban totalmente la perpetuación de la industria que llamaba «la pertubadora asesina laboral». Estos mismos neo-principios le convencieron tomar el segundo empleo en una pizzería tradicional, donde la misión de los visionaros dueños se basaba en «Ofrecer un producto con los más altos estándares de calidad mediante una cálida interacción humana». Map-man canjeó su cheque por una moto de segunda mano, un casco y un atuendo «buisness-casual» para la entrevista de trabajo. Pasó su examen teórico, literalmente, con los ojos cerrados.

Pasaron dos años y Map-man nunca tuvo un retraso. En reuniones con sus heróicos compañeros de antaño se congratulaba al describir su trayectoria perfecta. Presumía sin un sólo gramo de modestia las tres ocasiones en las que fue el empleado del mes y aprovechaba cada ocasión para contrastar las tristes pizzas de recetas automatizadas que a veces comían con la perfecta salsa de tomate que el chef Vicencio se levantaba a preparar desde las cuatro de la mañana. Map-man había dejado atrás su depresión y había desarrollado una gran seguridad en sí mismo. Era feliz y estaba seguro de que merecía una gran vida.

El gran trabajo de Map-man le dio a la pizzería un auge de popularidad espectacular. El fenómeno llegó a tal grado que un importante y agradable Científico Ejecutivo de Compu-corp llamó para pedir la famosa receta de champiñones con emmental en su versión familiar. Al enterarse de a dónde había que entregar el manjar, Map-man dudó en querer realizar la entrega. Pero el amplio sentido de responsabilidad que había desarrollado en la Súper Escuadra Heróica y su deseo por mantener impecable su récord pesaron más en la balanza. Subió a la moto y en un abrir y cerrar de ojos llegó a las magnífcas y modernas instalaciones de su antagónica corporación.

El Científico Ejecutivo no lo podía creer. Por pura curiosidad científica había decidido medir el tiempo de entrega. Él estaba a cargo del algoritmo cuántico del problema de trayectoria mínima y esta entrega superaba por varias desviaciones estándar las simulaciones incluso bajo las hipótesis más optimistas. Además, si los avances que habían presentado sus colegas en la última Conferencia Nacional de Aproximaciones Automatizadas se concretaba, este tiempo récord podía tener históricas implicaciones en el algoritmo de Optimización de Liderazgo, un problema hasta ahora en la categoría de NHP-difíciles. Con su más carismático vocabulario pidió a Map-man quedarse para un tour. Lo mejor que pudo obtener fueron dos escépticos minutos de su atención. Mediante el más conciso y seductor vocabulario explicó de las maravillas creadas en Compu-corp y de sus sensacionales condiciones laborales. Prometió compartir un medalla Startech y la garantía de ascender sin dificultad alguna en la escalera de estímulos del Sistema Nacional de Diseñadores Algorítmicos. Map-man despreció todo esto y preparaba sus cosas para irse, pero los últmos segundos del discurso se quedaron resonando en sus oídos: «En fin», dijo el Científico Ejecutivo, «exactamente lo que necesita alguien que merece una gran vida. Piénsalo.»

El único día que Map-man rompió su inigualable entrega de pedidos fue un par de meses después, un cálido martes de agosto. Al trazar la ruta óptima para el pedido no se dio cuenta de que pasaría por su sauce. Al ver el follaje amarillo de su compañero de vida, un pensamiento llegó a su mente como un relámpago insoportable. Llegó con más fuerza incluso que cualquier imagen que su poder le hubiera mostrado jamás. Tuvo que frenar. Le resultó imposible quitarse de la mente el pensamiento del otoño de su vida. Se acordó de su heróica primavera y se cuestionó si estaba viviendo su verano como quería. Pensó en sus colegas de la Escuadra. Pensó en Vicencio. Y sobre todo pensó en aquellas palabras que meses antes se le habían quedado grabadas al pie de la letra.

Map-man bajó de su motocicleta y la dejó recargada bajo el árbol. Dejó su casco sobre las hojas caídas. Cerró los ojos para usar su poder por tercera vez en el día y emprendió su camino.

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